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septiembre 27, 2007

Cronicas Torres de los Colmillos - El Valor - By Kris Haro

Parte de mi inspiracion fue gracias a Kristian, un gran amigo que me dio la pauta para recurrir al Fan Fiction. En honor a ti, hago conocedores a los visitantes de tu obra.

Estas cronicas comienzan en la segunda entrega... La primera entrega quedo en proceso, espero algun dia leer mas de ti Kris.

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Crónica 1


El Valor



Como era costumbre, en Midgard, el clima era frío y el ambiente cargado; la tensión estaba al máximo, todas las miradas estaban centradas en la puerta principal del ca
stillo. La guerra se avecinaba y los guerreros apretaban la empuñadura de sus armas, entre ellos un joven recluta buscaba emocionado su lugar lleno de la adrenalina de aquellos que han de luchar; apenas hace unos días había tomado el uniforme de Knigth del reino, y ya hoy se aprestaba para dar su mejor esfuerzo en el campo del honor.


Suena el cuerno que llama a los valientes al combate. El valiente joven se l
anza al combate con un grito salido desde lo más profundo de su alma.
Sin esperar a nada, ni a nadie, atraviesa las puertas de la muralla, seguido por Hordas de Knigths, Crusaders, Mages y Priest.


Desde atrás, una poderosa voz retumba en los muros, donde un Lord Knigth les clama que no se arrojen como ovejas al matadero. Segado por la euforia, el joven hace caso omiso a las palabras del Lord; a los pocos instantes, deja atrás a unos confundidos swordmans que desconocen el camino, toma corredores que tantas veces estudio en mapas, mapas comprados a los mercaderes de Prontera, mapas que tal ves solo son un invento de algún ebrio en alguna cantina de Morroc. Encuentra las escaleras que lo llevaran al sótano del castillo, hace una ligera sonrisa “seguro que nadie a de llegar primero que el”. Con una sola idea en la mente: la gloria; baja las escaleras de un salto y se topa con un guardia del castillo a menos de 2 pasos, solo sus reflejos bien entrenados lo salvan de terminar ensartado en la espada del enemigo, lo esquiva con gracia casi felina, y avanza, “que se encarguen de el los novatos”, pensó. Al avanzar un par de pasos, ve que el camino es cerrado por 3 guardianes con arcos, empuñó fuerte su espada, sabía que las flechas no podría esquivarlas, pero no se inmuto, corrió firmemente hacia el enemigo, creyendo que si lograba alcanzarlos abriría su defensa con un Magnum Breack y avanzaría como un demonio. Extrañamente, ninguno de los guardianes disparo sus flechas, desconcertado avanzó a través de su formación. Por una fracción de segundo la duda lo embargo y, sin poder evitarlo, giro solo un poco su cabeza para ver que sucedía. Con una visión lenta observo la escena de como los guarias disparaban sus flechas contra Hyral, el Lord Knigth, su amigo y hermano de armas. Mirando como, de una forma bestial, decapitaba al guardián de espada que el había dejado atrás hace apenas unos instantes, su pecho y espalda se cubrían de flechas, flechas que Hyral paresia ignorar. Hyral voltea sus ojos hacia los guardianes con arcos, sus ojos están enrojecidos, inyectados de sangre, dándole un aspecto realmente aterrador, su armadura bañada en sangre, sangre tal vez propia o de algún desafortunado que se cruzo en su camino. El joven Knigth forzó una sonrisa, y por un instante le da gracias al cielo que Hyral es un aliado. Continúa su frenética carrera, pero al regresar su mirada al frente, una luz azulosa lo ciega por un segundo. Un segundo que resulta fatal, por reflejos da una rodada para salir del área de peligro, sin embargo, un dolor punzante se apodera de sus piernas, tan fuerte, tan lacerante. Un grito cruza el castillo, un grito que presagia que ya nada será igual.

¿Minutos?,¿horas?, quien lo sabe… Cuando recupera el conocimiento se encuentra en el piso fuera del castillo, con su hermosa hermana curando sus heridas, Lady Death (su verdadero nombre es un misterio, y tal vez sea mejor dejarlo así). El valiente Knigth trata de incorporarse, pero su cuerpo se siente pesado como la piedra, da un ligero bufido confundido por los eventos. Sus ojos buscan los ojos de Lady Death, y en ellos ve una profunda tristeza, una tímida lágrima que amenaza suicidarse dejándose caer por una de sus pálidas mejillas. Imaginando lo peor, gira su vista en busca de algún rostro que le brinde una esperanza, ve a Damc, quien no es capaz de sostenerle la mirada, un Anarky que, como es costumbre, oculta su presencia en las sombras. El sonido de unas Graves lo hace voltear, Hyral se acerca y, sin esperar que Lady Death de su diagnostico, le ofrece la mano al valiente joven “Que ases ahí acostadote? La WoE aun no termina...”. El silencio se hace, y las miradas de todos se clavan en Hyral como dagas. Lady Death, con una mirada llena de odio le dice entre dientes, tratando de mantener el control de sus emociones: “Estas loco? Él no ira a la batalla. ¡Esta muy lastimado de sus piernas!

Hyral, mira a su hermana severamente y agrega fríamente: “Para blandir una espada usa las manos o las piernas?”.


Lady Death sin dar crédito a lo que acaba de escuchar, sin poder decir ni una palabra, voltea buscando el apoyo de Damc, el cual comienza a marchar para estar al lado de su esposa, mientras Hyral dice: “si no puedes caminar entonces andarás en tú Peco Peco”.

El joven, aun desconcertado, lleno de rabia y dolor grita: “¡basta ya, que no ves que estoy inválido!”. Su voz se escucha, entre rabia y dolor, entrecortándose por la amargura, en sus ojos se refleja un increíble vacío, férreo creyente de el mito "los hombres no lloran" se negaba a dejar libres sus lagrimas.


Hyral se incorpora y lo mira con unos ojos duros como su armadura, aun con la espada en su mano derecha, se jira dando la espalda al muchacho y pone su espada a la altura de su propio rostro como oliendo la sangre que aun esta fresca en su hoja. “En lo mas profundo de mi corazón hay tristeza, tenia tantas esperanzas en ti, realmente creí que eras como mi hermano, un hermano que jamás se doblegaría ante nada ni nadie, me entristece verte así…”.


Dando un giro y blandiendo su espada por encima de su cabeza, Hyral suelta un poderoso golpe que lanza chispas al chocar el acero contra las rocas. ni Damc, ni Lady Death esperaban una acción tan despiadada, los ojos del joven miran la hoja de Hyral a escasos centímetros de su cuello, hoja detenida solo por una piedra que momentos antes usaba como respaldo para mantenerse semi erguido, confundido y a la vez aterrado.

Hyral lo mira severamente, “… deja los llantos para los débiles, la derrota es para aquellos que dejan de luchar, prefiero verte muerto aquí y ahora, que verte tirado en las calles de Prontera como un Bardo fracasado, así que hazte un favor, elije, lucha y muere con honor!”.


El silencio se hace eterno, las manos frágiles de Lady Death toman a Hyral de un hombro, dando la impresión de una paloma tratando de mover una montaña. El joven cierra los ojos y agacha la cabeza, “maldito maniaco... dame la mano, ayúdame a llegar al peco!”, estira la mano
para alcanzar la de Hyral y abre los ojos, solo para toparse con una mirada dura como la piedra, un Hyral que sin muestra de sentimientos se da la media vuelta para alejarse rumbo al castillo. “Ayuda?, no hay nada que no puedas hacer tu mismo si te lo propones”.


Lady Death, desconcertada, se apresura para brindar apoyo a su hermano, pero este la detiene con una sonrisa, “… hoy he aprendido que del sentimiento de la humillación nace el coraj
e, del sentimiento de la derrota nace la idea del suicidio. Nunca me rendiré ante nada”.


Los labios de Lady Death se entre abren para decir el nombre de su hermano, pero este la detiene colocando un dedo sobre sus labios, “Shhh, en memoria de este día, me llamaran por mi nombre de guerra.... es solo para recordarme que no puedo rendirme, llámenme El Bardo”.


Mientras El Bardo aprendía a atarse a la montura, Hyral marchaba de regreso al castillo, internándose en sus laberintos sin mostrar ni el más mínimo dejo de emociones, sin miedo, sin dolor, sin dudas. Solo cuando lo único que se escucha son sus Graves en las baldosas de piedra, entonces mira hacia atrás asegurándose que nadie lo siga. Solo, entonces, se desploma sentándose pesadamente en el piso, y dejando caer su espada de sus manos. Mientras, de entre las sombras, aparece Anarky, el cual se quita su mascara para ver a su amigo llorar. Dejando pasar unos minutos, dice en vos baja, mientras muestra un papel doblado entre sus dedos, “tengo el nombre del atacante”.

Hyral, ya un poco mas desahogado, se incorpora y toma el papel. Leyendo el nombre, y después estrujando el papel, “ese maldito...”. Anarky, sin cambiar su semblante pregunta: “le daremos caza?”. Con una mirada seria, Hyral entrecierra sus ojos, “No. seria como arrebatarle a nuestro hermano la oportunidad de la venganza”. Anarky torna sus ojos hacia Hyral sin mover nada mas en si, “… entonces, se lo dirás? No es muy pronto?”. Hyral gira la cabeza apartando la vista de Anarky, “tienes razón, aun no esta preparado para enfrentarse a ese monstruo”.


Hyral recoge su espada y emprende el camino de regreso a casa, conocedor que con la caída del sol, la WoE termina.


Anarky mira seriamente a Hyral, aun con los brazos cruzados, “eres un manojo de sentimientos, por que no te aceptas como tal?, por que tienes que hacerte el duro ante los demás?”. Hyral se detiene en seco, sin volver la mirada hacia Anarky, contesta: “crees que mis hermanos se levantarían de sus penas, si yo me hundo junto con ellos?”. Anarky avanza unos cuantos pasos, “… tal ves no, pero recuerda, una pena es una carga, y las cargas son mas ligeras si se llevan entre varios”.

La carcajada de Hyral retumba en los muros del castillo, y este sin miramientos le da con el brazo izquierdo un fuerte apretón a Anarky, “… y para que crees que te tengo? Tú eres el amigo que me ayuda a mantener a esos chiquillos en pie de Guerra”.

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