Puedo ver las arenas de un desierto nocturno, atestado de monumentos piramidales y, donde parece ser mi guarida, un santuario. Suntuoso, majestuosa obra.
Se escucha el viento nocturno que recorre las dunas.
Dentro solo hay pasillos hasta una habitación. Un espejo enmarcado de manera sublime con piedras preciosas, no hay ventanas. La cama es amplia, suntuosa, al igual que la habitación. Velas y lámparas de aceite se aprecian esparcidas por la misma de diversos tamaños. Varios baúles se encuentran expuestos, diferentes vestimentas se encuentran guardadas en ellos, en diferentes colores, en telas finas. Pequeños regazos se encuentran en la habitación, en los cuales dormitan algunos felinos de diferentes pelajes, ojos variados que van desde el hermoso color del jade hasta misterioso zafiro. Agradable compañía.
¿Un mensaje? Pocos son los criados que vienen a mis aposentos. Supongo debe ser urgente la misiva que ahora esta en mis manos. Leerla.
El sello es conocido; Pensamientos asaltan mi mente y solo argumento para mi: Solo el puede pensar en celebrar algo así.
La misiva:
A mí querida Dama.
Os invito a mi celebración, digno es tal acontecimiento que a todos confiere. Espero vuestra presencia en mi portentosa morada y dar paso al siguiente punto de la inevitable conquista.
Os espero con ansia.
P.
Arrogante como siempre. Detesto esas reuniones, pero no puedo dejar de asistir.
Me recuesto sobre la cama, mi piel esta fría. Mis acompañantes felinos se acercan y suben a mi lecho, buscan en mis manos las caricias que aprecian tanto. Buena compañía, silenciosos, sutiles y prudentes, independientes, solo piden un poco de mi atención. A descansar para lo que me espera.
Dos noches han transcurrido, el tiempo pasa rápido. Ahora me encuentro en camino, a punto de llegar al sitio de la invitación.
A lo lejos se divisan las torres, enormes. Hemos llegado. Hay demasiadas sombras en este lugar para mi gusto. Me siento vigilada.
Al entrar puedo ver a mi anfitrión, cabello platinado, largo, piel tan perfecta como el mismo pétalo de un lirio, y esa voz profunda. Digno de ser el señor del caos. Me acerco, solo cruzamos unas palabras de bienvenida y apresuro mis pasos para cruzar el umbral; la antesala se encuentra un tanto atestada de todos los entes que se han unido para elevar el arca. Me dirigen algunas miradas de saludo; que granel de seres conforma tal aquelarre.
¡Oh, señor del caos! Hubiese declinado tu invitación.
Pasan las horas, entre platicas, risas y comentarios incómodos, no hay sentido en todo aquello. Esta algo avanzada la noche, así que es hora de pasar a las habitaciones, somos huéspedes del señor del caos.
Comienzan a retirarse. Creo que es hora de seguir a los convidados hacia los aposentos que nos fueron asignados.
Se acerca a mi, anfitrión, viejo conocido. Sus comentarios pasan por alto, pero sus deseos me son transmitidos con una fuerza tal que podría perder el control. Será mejor retirarme, no suelo hablar mucho con nadie, pero su presencia me es tan insinuante… “Con su permiso, necesito descansar.”.
Mientras me retiro puedo sentir aquella mirada fuerte, incitante. No, no solo fue ese tono de voz, fueron tantos recuerdos de aquella época en que nos deleitábamos con los placeres carnales después de una batalla. Cuando solía ser la diosa peligrosa. Sabe exactamente que decir, que hacer, como mirarme, sabe exactamente como soy.
Una habitación amplia. Hay muchas sombras. Esto me inquieta. Necesito meditar sobre todo esto. Apenas llegaba de uno de mis viajes al Dyedu cuando decidí venir, me hubiese quedado en mi santuario.
Es mejor descansar, solo al termino de todo sabremos si vale la pena la guerra, la destrucción y ver si todo terminara bien entre tantas alianzas; a dormir, pero no bajare la guardia, no lo hare…
No estoy sola. Puedo sentir la presencia de alguien más aquí. Me levanto de repente y me encamino hacia la ventana, estando a la luz de esta analizo el lugar. Busco sobre el mueble que esta a un costado de la misma con mi mano una vela para encender. Nada.
Puedo sentir su respiración, justo a mí lado. Me toma de la mano y me acerca, me toma la cintura, no puedo desasirme. Susurros, dicen que debería aceptar esa propuesta de reincidir, llegar hasta el final, que hace tiempo rechace. Ese tono no puede ser otro.
El tacto de sus labios recorre mi cuello, mis hombros. Las sombras, súbditos suyos, cierran las cortinas, sus manos recorren mi cuerpo. Sombras, solo oscuridad. Solo una persona había osado tocarme de esa manera, con tal pasión, arrebato y fuerza. Solo esa persona conoció mi etapa de furia dionisiaca. Ahora me encuentro en una habitación, ensombrecida, besando y acariciando ha alguien que ni siquiera puedo ver, pero se perfectamente quien es, ¡este caos solo puede ser obra suya!
Esas caricias, el tacto de sus labios, el roce de su cabello, el olor terroso y varonil, la piel fría, el movimiento de su cuerpo volcando su peso sobre mi, la respiración agitada, ese sentimiento de desesperación y deseo. ¡He perdido el control!
Mientras todo esto pasaba, los susurros entre las sombras continuaban asechándome, querían saturar mis sentidos y quebrantar mi voluntad para aceptar esa propuesta. No, debía controlarme y negarme a ella, aun disfrutando tal deleite incandescente.
Llegando a un clímax, maravilloso y doloroso, por la rudeza de su posesión sobre mi cuerpo, su nombre vino a mi, salio de mis labios como si todo ese tiempo transcurrido hubiese estado reprimido en mis entrañas.
Pendragón. Amo de las sombras y señor del caos. Autor y culpable de todo lo acontecido. Con su sonrisa sátira y malévola, al descansar sobre el lecho con la luz mortecina que se filtraba por la ventana. Tan satisfecho, tan cruel.
Pedí se retirará, la reunión de mañana era importante, como anfitrión no debía hacer esperar a sus invitados. Los asuntos por los cuales nos había llamado debían ser atendidos.
Todo ha terminado, los asuntos que acababan de suceder y los triunfos que se lograron se atendieron y es hora de regresar. Luz de día, la odio, el sol afecta mis sentidos felinos a tal grado que no podría retirarme, ¡pero tenía que salir de ahí! No me importa salir de día. Me despido, tiene más invitados que atender. No mires y no te mirará, aunque sepas que es mentira.
Durante el viaje tuve tiempo suficiente para reflexionar sobre todo lo acontecido. Pero solo daba vueltas a los hechos de la noche anterior. No podía, pero deseaba más, mis sentimientos se encontraban con el placer después de tantos años. Solo el podía manejarme de esa manera y quebrar mi voluntad como si nada. Perdí el control esa noche. Estaba perdiendo el control ahora.
Un largo camino recorrido. Llegar a casa. Mis pequeños felinos me esperaban con ansía. Mientras seguía por el pasillo hacia mis habitaciones, ordeno nadie me molestase. Tenía que tomar una decisión. No solo me aguardaban mis mininos en mi santuario, también una carta con ese mismo sello, halagaba mis dotes con que se deleito esa noche y daba aviso de que pronto habría una reunión para invadir el Sheol y recuperar el arca. Evento que marcaría mi caos personal.
Inocente, insana, alegre locura, sueños enfermos, pureza rosa con manchas de sangre y saliva de oscuridad. Lagrimas de sangre, rosa interior recubierto de locura negra.