-Prefacio-
~Inferno.~
La paz reinaba en las tierras de Rune Midgard, los Dioses bendecían las buenas acciones y daban prosperidad a los fieles guerreros y guardianes del reino, el Valhalla rebosaba en cantidad de almas dignas y el dharma prevalecía en un equilibrio perfecto... pero las apariencias de este orden virtuoso eran engañosas.
En la tierra, el hombre sediento de emoción y hambriento de saber, descubre ante la avaricia de su ilimitada creatividad la ciencia inexacta de la experimentación. Sin justificar el fin, extiende esta más allá de los limitantes del alma y el pago de ella. Sus conejillos de indias pasaron de ser inofensivas criaturas a inocentes humanos, sacrificando integridad y ética. Trasgrediendo los limitantes morales... y alimentando así la oscuridad.
El orden y el caos comenzaron a debatirse entonces, elevando antiguos mitos a nivel de la realidad, alimentando la negatividad de la oscuridad con los actos del hombre. Así, la coacción de la Deidades bondadosas fueron desperdiciadas, marcando la desgracia del propio ser humano. Las miradas se alzaban en busca de una salvación, indagando sobre una falsa seguridad que ahora, recaía en manos de los propios hombres. Estos, ausentes de sus responsabilidades, ignoraban que miles de ojos vigilaban sus almas, miles de miradas aguardaban el momento... alimentándose y engrandeciéndose con la sombra de las almas de los humanos.
Entonces, la tierra tembló, un estallido fue el llanto silencioso de la tierra, las áridas dunas fueron la cuna del infierno. Las sombras de los deseos insanos tomaron forma y perseguían la integridad física de los seres. El hedor que se destilaba podría ser el del hediondo cadáver de la tierra, mientras los demonios y seres tenebrosos brotaban de sus entrañas como larvas y gusanos que la carcomían desde dentro hacia fuera. Las hordas de seres de la oscuridad caminaban ahora por la tierra, a plena luz del día, invadiendo cada parte de esta, por mas pacifica o remota que fuera; Y, entonces, cuando el infierno parecía en su pleno apogeo se alzaron miles de almas, guerreros que estaban dispuestos a consagrase no importando morir en el intento, para salvar la tierra y traer paz de nueva cuenta. Aventurados al centro del caos, eran vigilados cada uno de ellos por esos miles de ojos, que se materializaron en un ser, tan perverso como la maldad encarnada, el gigante de las sombras, aquel que todo lo ve, Satan Morroc.
La pelea no tuvo cuartel, miles de clanes sucumbieron ante la vorágine del despiadado y sus lacayos, demonios que aprovechaban la oportunidad para vagar libres por las tierras del hombre. Fue cuando un extraño suceso protegió las memorias de los valientes, aquellos que se atrevieron a liderar a sus compañeros, eran eternizados en los fragmentos que alguna vez les dieron el poder. Los emperiums abrazaban los cuerpos de los impávidos, mientras sus almas esperaban a sus guías, su trascendencia quedo aislada en el campo de batalla, junto a los cuerpos de sus denodados compañeros, como fieles vestigios de la cruenta batalla librada.
En aquel momento fue cuando el imperioso guerrero apareció, aun con aquellos impasibles nobles que soportaron hasta el final, y tras una brutal odisea, en el décimo día, obtuvo una gloria parcial. Encerrando al gigante, despojándolo de su presencia física y diseminando su esencia. Pero el precio de tal poderío fue enorme, perdiendo la fugaz bienaventuranza de su lucha, corrompiendo su alma con la eterna satisfacción del poder, se torno al exilio y el Valhalla lo miraba con recelo, impidiéndole la sublimación del buen guerrero.
La esencia del sombrío siguió latente, aunque sometida por el sello del guerrero, algunas fracciones se mantuvieron recluidas en los cuerpos sin vida de aquellos que lucharon y yacían dentro de la eterna tumba del emperium. Esperando. Mientras el maligno recaudaba los más pequeños vestigios de corrupción y perversidad de los actos insanos, clamando sus fragmentos de poder que yacían inertes.
En una acción casi inmediata, los seres humanos aprendían de sus desvaídos actos, pero caían en la alteración sombría del alma una y otra vez. Corruptible, el alma humana investigaba para su beneficio y poder, incluso atreviéndose a llegar a las clausuradas puertas del infierno. Rescatando, en un acto egocéntrico, a sus caídos que aguardaban la gloria de la pelea. Buscando la manera de liberarles u obtener información, el hombre irrumpía en la sublime tumba del héroe, sin lograr nada, mas que marchitar el cuerpo y despojar el alma de la gloria, sin saber que estos actos llevaban el alma, con los fragmentos del lóbrego, hasta las mismas sombras, regresándole, así, parte de su fuerza.
Solo un experimento dio resultado, obteniendo la información genética para recrear dos muestras; Pero, tras el primer fallo, la corporación que subsidiaba todo este acto, decidió finalizar la investigación, no sin antes perfeccionar su indagación. La simulación fue todo un éxito, pero los investigadores, en su gloria personal, ocultaron los resultados, sin saber que la vida pedía un equilibrio, liberando la llave para este. Dos partes de uno mismo, divididas en luz y oscuridad, sin pensar siquiera que, el sombrío y los Altísimos, reclamarían la destrucción o la sublimidad total de la humanidad y sus actos incongruentes.
En la tierra, el hombre sediento de emoción y hambriento de saber, descubre ante la avaricia de su ilimitada creatividad la ciencia inexacta de la experimentación. Sin justificar el fin, extiende esta más allá de los limitantes del alma y el pago de ella. Sus conejillos de indias pasaron de ser inofensivas criaturas a inocentes humanos, sacrificando integridad y ética. Trasgrediendo los limitantes morales... y alimentando así la oscuridad.
El orden y el caos comenzaron a debatirse entonces, elevando antiguos mitos a nivel de la realidad, alimentando la negatividad de la oscuridad con los actos del hombre. Así, la coacción de la Deidades bondadosas fueron desperdiciadas, marcando la desgracia del propio ser humano. Las miradas se alzaban en busca de una salvación, indagando sobre una falsa seguridad que ahora, recaía en manos de los propios hombres. Estos, ausentes de sus responsabilidades, ignoraban que miles de ojos vigilaban sus almas, miles de miradas aguardaban el momento... alimentándose y engrandeciéndose con la sombra de las almas de los humanos.
Entonces, la tierra tembló, un estallido fue el llanto silencioso de la tierra, las áridas dunas fueron la cuna del infierno. Las sombras de los deseos insanos tomaron forma y perseguían la integridad física de los seres. El hedor que se destilaba podría ser el del hediondo cadáver de la tierra, mientras los demonios y seres tenebrosos brotaban de sus entrañas como larvas y gusanos que la carcomían desde dentro hacia fuera. Las hordas de seres de la oscuridad caminaban ahora por la tierra, a plena luz del día, invadiendo cada parte de esta, por mas pacifica o remota que fuera; Y, entonces, cuando el infierno parecía en su pleno apogeo se alzaron miles de almas, guerreros que estaban dispuestos a consagrase no importando morir en el intento, para salvar la tierra y traer paz de nueva cuenta. Aventurados al centro del caos, eran vigilados cada uno de ellos por esos miles de ojos, que se materializaron en un ser, tan perverso como la maldad encarnada, el gigante de las sombras, aquel que todo lo ve, Satan Morroc.
La pelea no tuvo cuartel, miles de clanes sucumbieron ante la vorágine del despiadado y sus lacayos, demonios que aprovechaban la oportunidad para vagar libres por las tierras del hombre. Fue cuando un extraño suceso protegió las memorias de los valientes, aquellos que se atrevieron a liderar a sus compañeros, eran eternizados en los fragmentos que alguna vez les dieron el poder. Los emperiums abrazaban los cuerpos de los impávidos, mientras sus almas esperaban a sus guías, su trascendencia quedo aislada en el campo de batalla, junto a los cuerpos de sus denodados compañeros, como fieles vestigios de la cruenta batalla librada.
En aquel momento fue cuando el imperioso guerrero apareció, aun con aquellos impasibles nobles que soportaron hasta el final, y tras una brutal odisea, en el décimo día, obtuvo una gloria parcial. Encerrando al gigante, despojándolo de su presencia física y diseminando su esencia. Pero el precio de tal poderío fue enorme, perdiendo la fugaz bienaventuranza de su lucha, corrompiendo su alma con la eterna satisfacción del poder, se torno al exilio y el Valhalla lo miraba con recelo, impidiéndole la sublimación del buen guerrero.
La esencia del sombrío siguió latente, aunque sometida por el sello del guerrero, algunas fracciones se mantuvieron recluidas en los cuerpos sin vida de aquellos que lucharon y yacían dentro de la eterna tumba del emperium. Esperando. Mientras el maligno recaudaba los más pequeños vestigios de corrupción y perversidad de los actos insanos, clamando sus fragmentos de poder que yacían inertes.
En una acción casi inmediata, los seres humanos aprendían de sus desvaídos actos, pero caían en la alteración sombría del alma una y otra vez. Corruptible, el alma humana investigaba para su beneficio y poder, incluso atreviéndose a llegar a las clausuradas puertas del infierno. Rescatando, en un acto egocéntrico, a sus caídos que aguardaban la gloria de la pelea. Buscando la manera de liberarles u obtener información, el hombre irrumpía en la sublime tumba del héroe, sin lograr nada, mas que marchitar el cuerpo y despojar el alma de la gloria, sin saber que estos actos llevaban el alma, con los fragmentos del lóbrego, hasta las mismas sombras, regresándole, así, parte de su fuerza.
Solo un experimento dio resultado, obteniendo la información genética para recrear dos muestras; Pero, tras el primer fallo, la corporación que subsidiaba todo este acto, decidió finalizar la investigación, no sin antes perfeccionar su indagación. La simulación fue todo un éxito, pero los investigadores, en su gloria personal, ocultaron los resultados, sin saber que la vida pedía un equilibrio, liberando la llave para este. Dos partes de uno mismo, divididas en luz y oscuridad, sin pensar siquiera que, el sombrío y los Altísimos, reclamarían la destrucción o la sublimidad total de la humanidad y sus actos incongruentes.
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