Crónica 2.7
-Perdón-
La joven sniper no pensaba que tanto misterio fuera necesario, ¿que dificultades podría presentar el abandonar Morroc?, ese pueblo era casi como una de sus tantas casas, lo visitaba constantemente desde que tenia 14 años que, a pesar de todo, era poco con sus tiernos 17, mas el bardo había insistido. Cruzarían por las cavernas asta llegar al faro de Comodo. A pesar de las precauciones, el avance por las cavernas era muy lento, constantemente Tilo se detenía y revisaba cada piedra de las cuevas, Anama ya se encontraba algo estresada, tal ves las cavernas no la molestaban, mas si el echo que su querido halcón tenia que permanecer con una capucha, para evitar que se alterara. Una ves mas Tilo revisa una sección del túnel le hace un ademán para que se acerque y Anama no logra ver nada de lo que Tilo afirma, a de ser solo una mentira, para hacerse el interesante, pensó Anama, y por unos momentos jugueteo con la idea de echar abajo la charada de Tilo. El bardo seguía moviéndose en la caverna como si desconfiara de cada sombra, fue cuando Anama le hizo honor al lema “la curiosidad mato al gato...”. Presionó apropósito una loza, la cual, contrario a los pensamientos de Anama, se hundió en el piso casi cinco centímetros... Anama, por un momento, sintió que la sangre se le helaba. Mas, nada paso, cuando dio una visión panorámica, no vio nada extraño y entonces, se relajo, dio una sonrisa despreocupada y dijo.
Anama - ¿Lo ves Tilo? no hay ningún peligro en esta caverna...
Sin embargo, cuando Anama separo su bota de la loza, esta dio un fuerte sonido; la cara de Anama se transformo de una sonrisa a una mueca de horror al ver que de una pared completamente llena de musgo, salían en su contra una nube de flechas. Los ágiles movimientos del bardo retaban la lógica y, en un poderoso impulso, Tilo empujó a Anama; tal ves no era lo mas caballeroso, pero si lo mas efectivo para sacarla del camino de las flechas. Anama rodó por el piso, soltando a su halcón, la pobre criatura segada por la capucha solo atino a dar unos aleteos para incorporarse, mientras la joven sniper quedaba debajo del cuerpo del bardo. Cuando recuperó un poco la vertical de los hechos y medito en lo cerca que estuvo de ser alcanzada, le dio las gracias al bardo, el cual aun no se incorporaba. Anama, por instantes, se imaginó lo peor y más cuando sintió que su cuerpo era bañado por un líquido espeso y tibio, el olor era característico, sangre. Ella, bastante preocupada, trato de incorporarse. Pero se dio cuenta que Tilo estaba consiente. Jaló la antorcha que, hasta hace unos momentos, portaba Tilo y, con ella, ilumino al bardo. Sus ojos, profundos y serenos, casi tan vacíos de sentimientos, eran como contemplar la nada.
Anama - Tilo, no te preocupes, todo estará bien...
Tilo Wolf - Todo esta bien ahora.
Tilo pasó sus manos por las caderas de la joven sniper, la cual, aun más desconcertada, trato de forcejear, pero desistió de esto por miedo a lastimar aun más a su agresor.
Anama - Tilo ¿que estas loco? Estas herido, necesitas que te atienda las heridas.
El bardo no respondió nada, solo beso suavemente el cuello de la sniper. Después de eso, una de sus manos recorrió su espalda hasta su cuello. Le clavo los dedos en la nuca, un estremecimiento recorrió a la sniper, fue cuando ella insistió, ya casi sin fuerzas.
Anama - no... Tilo... soy casada... no quiero...
Tilo se detuvo unos instantes, solo para sacar una daga de su cintura, la coloco en la mano de Anama y le dijo en voz serena.
Tilo Wolf - Si te hace sentir menos culpable, úsala para defenderte, así toda la culpa será mía...
Seguido de eso, Tilo Wolf dio una suave mordida en el delicado cuello de Anama, cazadora de corazón sabía que, cuando un león muerde de el cuello a una gacela, esta perdida. El frío acero en sus manos apenas le hacia recordar que estaba en una realidad y no en un sueño. La pasión mas pura y salvaje, no eran personas, eran animales, animales guiados por la pasión y el instinto. Se sintió, no como la cazadora, sino como la fiera, mas, a cada instante, en su mente se reflejaba el rostro de su marido. Un marido al que amaba profundamente...sus dedos se cerraron en torno a la empuñadura de la daga y en voz casi para ella misma dijo...
Anama - perdona... amor...
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